RUMBO A GRECIA

El ferry de Bari a Patras es un trayecto de once horas que se hace de noche. Aún es invierno y en medio del Adriático la acción de las olas no nos deja dormir en el camarote. Varias veces nos agarramos a
las barras de las literas de las que pensamos caer con los golpes de mar. Por la mañana nuestras caras de cansancio son un vivo retrato de lo sucedido por la noche y, sin embargo, los niños se han levantado como rosas. «¿Cómo han podido dormir?», me pregunto.

—Kaliméra, kaliméra —dice Lucía toda exaltada por el viaje en barco.
—Muy pronto aprende a decir buenos días en griego—digo a Su.
—Ya ves.
—¿Qué tal has dormido?
—¡Fatal! Estaba muerta de miedo. Intentaba dormirme, pero la tensión no me dejaba. Me quedaba pensando en la película Titanic para recordar cómo tendríamos que hacer para salvarnos si había un
naufragio.

—¿Titanic? —digo riéndome.
—¿Qué? —me responde Su con una sonrisa.
—Un poco claustrofóbico sí que fue —reconozco.

Las primeras montañas nevadas indican que estamos a punto de
llegar a Patras. Lucía sigue eléctrica. Retomar el viaje le hace sentirse
feliz.

—¡Nieve, nieve, nieve! —repite incesantemente.
—Venga, vamos para dentro que hace mucho frío.
—¡Noooo…!

Parece que el frío va a acompañarnos un tiempo y eso que pensábamos que cuanto más al sur fuésemos menos frío haría en invierno.
Ese era nuestro plan: llegar al sur de Europa en invierno e ir luego hacia el norte según fuese llegando la primavera. Veremos si sale bien.
Al atracar se confirma la peor noticia, las nubes que hemos visto sobre las montañas de la ciudad descargan ahora de forma violenta

Fragmento del libro La vuelta a Europa en trike. Viajando con niños.